Se ha ido. Así, sin más. Y aunque parece que lleve mucho tiempo avisando, toda despedida siempre cuesta de asumir. Recuerdo aquel verano en el que nos engalanamos en su nombre. Con aquel trozo de esponja puesto en nuestras sienes. Raya infinita, negra, gruesa. Sabor de alcohol. Labios de diva. Andamos por nuestras calles como si de ella se tratara y a pesar de la gran aproximación y de los vistosos tatuajes que hablaban de drogas, nunca pudimos ser ella. Y nadie lo podrá ser. 
Puede que, cuando me enteré de la noticia, el extasis que sentía por entrar a gritar en un concierto, no me dejó saborear que de verdad había pasado. Pero, a dos días después, me he dado cuenta. Y lo peor de todo es pensar la cantidad de gente que se va a enriquecer con su muerte. Allí donde estés, no dejes de ponerte guapa, nosotros aquí, bailaremos, beberemos y te recordaremos en cada uno de los majestuosos compases de ese soul que reinventaste. 

Hasta siempre, diva. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El día que dejé de temer

De artista profesional

Busco un lugar mejor